Virgilia Castro |
Adviento, primer tiempo
Mariano del Año Litúrgico
Por: Virgilia Castro
Reflexión inspirada en “El
Magnificat”, Lucas 1, 46-45
Quise comenzar esta
reflexión con el Magnificat porque al cantar o leer el mismo, experimentamos en
lo más íntimo de nuestro ser, al menos así lo siento yo, una íntima alegría del alma que vive en el Señor.
Ese gozo santo que une al Hombre con Dios y con el hermano.
El Magnificat describe
además, el gozo de nuestra Madre María quien por Fe, acepta el plan que Dios
había trazado para ella desde el inicio de la Historia de la Salvación, ser
su madre y el reconocer las consecuencias últimas de este Grandioso plan: “Me
llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque el poderoso ha hecho
obras grandes por mí”
Pero para que todo eso
sucediera Dios actúa. Veremos como:
1. Ana y Joaquín confían plenamente en la
misericordia de Dios y a la que era estéril se le concede un regalo… el
nacimiento de una niña llamada María, la que como una de las doce Virgen del
Templo recibe una gracia especial,
2. María se ensimisma en
Dios y mantiene con El una muy especial relación: crece en pobreza interior y
en humildad,
3. Esa relación se fortalece
a través de la oración íntima, mística y profunda. “La mujer del silencio y
de la escucha”,
4. Atenta. Así escucha la
voz de Dios a través del Ángel Gabriel para poner en práctica su Plan de
Salvación.
5. Acepta y se arriesga
desafiando con entereza las trabas y obstáculos que el mundo a partir de ese
momento le presentaría, incluyendo el rechazo de José,
6. Une a la oración
contemplativa la entrega al servicio. Por eso la vemos atravesando montañas
camino a casa de Isabel y Zacarías a ponerse al servicio de Isabel,
7. Y al llegar la plenitud
de los tiempos, como dice San Pablo en Gálatas, da a luz en un simple pesebre,
porque nadie la socorrió, al siempre esperado nuestro Redentor y salvador. A
eso se le llama, vivir la Fe a todo pulmón.
En este año de la Fe y al
inicio de este Año Litúrgico cae al dedillo mirarnos en el espejo de la Virgen para
por ella caminar hacia Jesús.
Con María entonces, desde la
desobediencia de Adán y Eva se pone en práctica el plan de amor y redención
trazado por Dios Padre para cada uno de nosotros. (Génesis 3,16:“Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre
tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza mientras tú herirás su
talón” y así fue. Por eso se le llama “Mujer
de Fe”.
Por eso, la Fe de un
cristiano se mutila, si dejamos de lado a aquella mujer que lo desafió todo
para convertirse en corredentora en el plan de Dios y así la vemos también
sufrir con Jesús desde antes que El Dios eterno se hiciera hombre. Y para que
no se le olvidara, Simeón se lo recuerda: “Y
a ti, una espada te atravesará el alma”… “Y María guardaba todo esto en su corazón”. San Agustín nos recuerda
que donde está la Madre tiene que estar el hijo”
Nos urge como católicos
aprender de María a través de la Palabra de Dios. Pues si ella es la
corredentora, tiene que estar unida deliberadamente al redentor. Muchos dicen
que de nuestra Madre se habla muy poco en la Biblia, pero no es así. Pues desde
que Dios, que es amor, planea nuestra salvación, María se hace presente. Desde
el Génesis hasta el Apocalipsis. Dice Eclesiastés 24: “yo soy como una vid de fragantes hojas y mis flores son producto de
gloria y de riqueza. Yo soy la madre del amor, del temor, del conocimiento y de
la santa esperanza…”. Presente en toda la trayectoria del Hombre-Dios,
hasta después de su ascensión. Se hace timón del ejército de Cristo: apoya y
acompaña a los apóstoles y los discípulos: juntos oran, juntos celebran, juntos
recuerdan y juntos dan inicio a la Iglesia de Cristo, imagen de acción de lo
que se ha de vivir en los tres tiempos del Cursillo: Pre-cursillo, tres días y
pos-cursillo.
Nuestra Fe nace con el
Bautismo y cada día debemos hacerla crecer, a pesar de los obstáculos. Y que
entre todas las maravillas que nos da el Bautismo como es hacernos hijos de
Dios por adopción y herederos del cielo, está el darnos la vida de la Gracia,
hacernos hermanos de Jesús e hijos de María. Como bautizados no en este
Adviento, sino cada día debemos ser Iglesia. María nos da el primer ejemplo.
Si no hemos comenzado a
caminar como verdadera iglesia, ya es hora…
Y lo vamos logrando cada día si hacemos
realidad las palabras de Erick Warren: “Nunca
quieras cruzar al otro lado de la montaña sin haber comenzado a caminar desde
la orilla. Es decir que tienes que comenzar por entender que sin tu creador y
la intercepción de María, inútiles son tus pasos”
Que en este Adviento, en
esta Navidad, en este Año de la Fe, Dios les bendiga y nos haga más
responsables de nuestro Bautismo. Siendo verdaderos reyes, profetas y
sacerdotes.
De
Colores!
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